Son innumerables los valores que se conciertan en el patio de Barrié, 27: el soberbio brocal de mármol, monolítico, octogonal, con sobrio adorno de rectángulos y clásicas molduras; el pescante de forja, perseverante rizo de la época barroca, que recuerda, cayendo a plomo sobre el brocal, su función cotidiana; la armonía de la triple arcada frontal; la escalera, con sus peldaños tallados en mármol, de inmemorial lisura; los barrotes de hierro forjado de la barandilla, con adornos barrocos y complaciente barandal de madera preciosa; las bóvedas de la escalera, decoradas con yeserías de convento; las puertas, tachonadas de clavos, de carpintería centenaria; las ventanas, de fragua, con nuevos ornamentos barrocos; los azulejos, cuyo grosor da cuenta de su prosapia irreemplazable; las vigas de madera de la galería; el pavimento, irreductible a la uniformidad de nuestros días.
Esta vez, gracias a la vigilancia de la Comunidad de Propietarios, todas estas maravillas permanecerán tras la rehabilitación; seguirán ennobleciendo a sus moradores, habitantes privilegiados de reliquias y esplendores; seguirán enriqueciendo a paseantes, aportándoles otra estética, otros objetos, otro tiempo; seguirán haciendo de Cádiz poso de Historia, refugio de belleza, ciudad sin parangón. Infinitas gracias.
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